Mi vida era simple y llevadera
Roto
Mi vida era simple y llevadera, sin apenas obstáculos entre A y B. Llegar a C era toda una novedad hasta que tú, maldito diablo de mirada tranquila, aumentaste las revoluciones por minuto que regían mi existencia.
Yo era alguien hasta que llegaste y lo destrozaste todo. Tenía unos esquemas, una filosofía de vida, un modo de sentir y percibir el mundo.
Pero decidiste que eso no era suficiente. Que nada era bastante. Que todo y nada serían la misma cosa, aunque en verdad nada es todo si uno se lo propone. O no.
Me da igual que me hayas roto, pues de todo lo malo se aprende. Recogí los pedazos de mi ser, los recompuse como pude y la máquina aún sigue funcionando. Bastante mal (he de decir), pero mejor de lo que piensas.
Porque, al fin y al cabo, nadie es imprescindible.
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